martes, 15 de noviembre de 2011

No ha resplandecido, lo he visto aun en los nombres propios, no ha resplandecido, mi pequeña, como si de un juramento petrificado se tratara, un juramento y su balbucear en el siempre, no, entregados como estábamos a lo justo, más cerca de aquí que los rumiantes patriotas, también ágiles de sueños y en el Camino, y aún -tú decías aún y yo respondía aún- ascendiendo en el libro bosque y manantial, los que, otra vez, retornaban, con lo nuevo y en devota entrega, los que, sin fin, denodaban, en lo callado y por ninguna misión, y entre ellos también, entre ellos, al alba, no ha resplandecido, esperado tan temprano o tan tarde, cuando, bajo sus refugios, soñaban quedamente los enamorados, entre el brillo de sus sortijas y el retumbar de los pesares, cuando -"te amo, sabes, por nada y hacia nada, venidos de tantas partes para el siemprepoco lugar, un tú y otro tú por el juego de las voces"- y, por un entibiado norte junto a la vela nocturna, la voz concediéndose un sí en nombre de la voz, la enseguida pura, a la que no prestábamos juramento alguno, a la que no complacíamos patria, y vibrábamos, compulsión a compulsión, en la más tensa humedad del aliento: ella, la inaccesible y primera, donde no necesitaba -nuestro cielo- preguntar por el día a las agujas del sentido, consistir un dios en lo propio del mensaje, hacia alumbrar, mi pequeña, algo y desde nadie algo, en lo todamente liberable; y, aún allí, entre lo uno y lo otro, el testimonio y el deslinde, en la boca entre los dos, no ha resplandecido, a la vez que aquellos cavaban por la napa bajo el árido respirar, rebuscando en el porvenir y su fuente los vastos nombres, a la vez que éstos rodaban por el día infinito, con el sueño inmóvil en la luz que huía, para que ambos, en el palpitar de la derrota, se arrojasen al silencio espacioso propio de los exiliados, hasta, por cuál brisa de su enmudecer, tampoco allí, mientras los encantos instintivos se ordenaban a la exploración, mientras las confusas intimidades prolongaban lo imprevisto, ni aun con el ansioso golpeteo ante el portal desconocido, cuando la noche inclinaba sobre los cuerpos el helado crespón de una melancolía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario