miércoles, 21 de marzo de 2012
No pertenecer a la tierra
ni a los hombres, ni al Dios que dice surgir
como un silencio de la joven inmensidad
y no velar ya
por los sedimentos de cualquier vida
rescatando, por el ojo o la palabra, las imágenes valederas
de lo que quiere comprenderse Algo
y en ese Algo perdurar.
Hacia el fondo, pero más aún
donde ni siquiera el fondo nos retiene
penetramos en la dulce visión
a la que ninguna figura conquista; no menos
que el animal o la hierba
que se expanden en los umbrales sin aspirar
a alguna completud, y que ausentes
se emprenden interminables.
Sobreviene el día
y lo que uno cree
o se dice que es, y al andar
bajo los reflejos del penoso destino
ya la tierra y los hombres nos han olvidado
y por toda estrella el silencio del Dios
colma lo afortunado.
En lo leñoso, de
dolorosa sílaba
escaló un sentimiento: no
blandió luz
sobre el sendero de ortigas
no supo de riego alguno
entre raíz y tiempo.
Comprendió mucho antes
cómo se demora el alba en la carrera de los nombres
cuando el silencio proscrito, desde clamor a discurso,
no enseña lo que sabe.
Con lúdica lámpara
en lo demasiado de su espera
alumbró aún
lo que se hace sitio entre la culpa:
una arteria desatada
un mar
donde nadan los acuerdos animales.
Con él nos dirigimos
hacia la más pequeña
aldea fronteriza
donde un versículo olvidado
descubre fe
por fuera de los hombres.
miércoles, 14 de marzo de 2012
Aquí, mi pequeña con lo no-sucedido
nos volvimos a yacer como única Tierra.
Este
país cegado que compartimos
imaginó en su estambre
la ciencia del sabio, la luz que la primera hoz del deseo
de los justos, hasta segó la corola y dejó
huérfana la brisa.
Un grito
que a otro grito tomó como guía
nos condujo por el crimen arrojamos sangre
de dos bocas -nos en la palabra, nos supimos por
lo humano.
En el temblor se renuevan los rostros
a sabiendas
de que las pacíficas historias hablan
apenas para el hombre de languidez calculada;
igual a la copa
que al vibrar se rompe
ellos se descomponen entre todas las apariencias
y superados por el acto
dejan pasar tan sólo
la extrañeza que adviene.
Comprendemos en el descuento,
libres de la vulgar profundidad,
cuánto son nuestros rostros los rostros del acontecimiento
enseñándose en él
y en él dispersándose
para volver a formarse en el soplo de su liberación.
De cuántos mundos, y estrellas,
y visiones disponemos, ahora
que la escala adecuada es sensiblemente
el desplante de los rasgos
y el desastre divino que de pronto
se cumple enteramente.
Y el manantial, y la piedra
y la lombriz y el fruto
no hablan ya a aquél
que cree mirar en ellos
sino a los ojos y a los oídos que en el trastorno
no se retienen por una interioridad
y a la boca sencilla
que saltando entre los nombres
sólo participa el don del asombro.
a sabiendas
de que las pacíficas historias hablan
apenas para el hombre de languidez calculada;
igual a la copa
que al vibrar se rompe
ellos se descomponen entre todas las apariencias
y superados por el acto
dejan pasar tan sólo
la extrañeza que adviene.
Comprendemos en el descuento,
libres de la vulgar profundidad,
cuánto son nuestros rostros los rostros del acontecimiento
enseñándose en él
y en él dispersándose
para volver a formarse en el soplo de su liberación.
De cuántos mundos, y estrellas,
y visiones disponemos, ahora
que la escala adecuada es sensiblemente
el desplante de los rasgos
y el desastre divino que de pronto
se cumple enteramente.
Y el manantial, y la piedra
y la lombriz y el fruto
no hablan ya a aquél
que cree mirar en ellos
sino a los ojos y a los oídos que en el trastorno
no se retienen por una interioridad
y a la boca sencilla
que saltando entre los nombres
sólo participa el don del asombro.
lunes, 12 de marzo de 2012
Nunca la palabra turbará estas sombras
que convidan mundo a espaldas del dios;
sustento y peligro, elevados con asombro como genuina hermandad,
se atreven a derramar de los nombres
las fieles correspondencias; vosotros,
dueños y ancianos de las cosas,
os evadís del canto.
De nuevo, en los más fulgentes versos
flameamos el corazón;
pero él, en soledad, se descompone
como una lombriz sobre la tierra, indefenso
ante la tanta luz; oh, lo desasido
de toda ley y del supremo Nombre
canta en nuestros cuerpos la felicidad de no ser.
Devueltos a lo desconocido
ni la infancia ni el porvenir disminuyen
y sin por qué
inspiran los actos una real amistad.
Manan en las cosas
la vida y la muerte virginales
mientras sabiamente desocultan los signos
la intensísima ilusión.
que convidan mundo a espaldas del dios;
sustento y peligro, elevados con asombro como genuina hermandad,
se atreven a derramar de los nombres
las fieles correspondencias; vosotros,
dueños y ancianos de las cosas,
os evadís del canto.
De nuevo, en los más fulgentes versos
flameamos el corazón;
pero él, en soledad, se descompone
como una lombriz sobre la tierra, indefenso
ante la tanta luz; oh, lo desasido
de toda ley y del supremo Nombre
canta en nuestros cuerpos la felicidad de no ser.
Devueltos a lo desconocido
ni la infancia ni el porvenir disminuyen
y sin por qué
inspiran los actos una real amistad.
Manan en las cosas
la vida y la muerte virginales
mientras sabiamente desocultan los signos
la intensísima ilusión.
Rastros. por la vena que un aliento talló
Hacia el musgo, audibles, al florecer.
Con los largos paraísos duda, donde la fe
de la luz. Donde la herida
se expande al rozar
contra una tumba.
Rastros, candores, de una nada van a ampollarse los días.
a otra nada
Bajo el arco del ave Bajo la chimenea del cometa
-todavía más -todavía más.
Cosidos por tan sordas esperanzas
entre nosotros y los muertos.
Hacia el musgo, audibles, al florecer.
Con los largos paraísos duda, donde la fe
de la luz. Donde la herida
se expande al rozar
contra una tumba.
Rastros, candores, de una nada van a ampollarse los días.
a otra nada
Bajo el arco del ave Bajo la chimenea del cometa
-todavía más -todavía más.
Cosidos por tan sordas esperanzas
entre nosotros y los muertos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)