Del
campanear de gritos
cruje una fidelidad la lengua
divina, las
salvas purulentas de un
señar -¿hacia
cuánto repartidas? fecundan
con nosotros la enésima vocal
que ha
de ganarse callando
arborosamente,
piedramente, lombrizmente, del lado de
la nube: como
si hubiera, por haber
nadie, todavía hermanos.
sábado, 29 de octubre de 2011
viernes, 28 de octubre de 2011
En derredor
de este sitio, que
de la forma sabe lo
que una forma
ausenta, por
el desove
de nombres a sus pies, cuyos
frutos a
otros nombres
abastecen, en el camino
que allí nos reconduce, el
primero, aún, después
del último, cuando tanto
tañidor sentido
cautiva al corazón
desnudo, allí
pues, te
me pierdes, una
una vez en
siempre, con
lo que el viento trae
de cada una de las sombras, de
las lágrimas, mientras
mesan los vocablos, uno
a uno en
torno a nadie.
También yo
me demoro en un glaciar
de sentencias, también
te ofrezco cada
mediodía con su
juramento
para que el vacío
sea vencido por el más
ruinoso flujo, donde
nombre por nombre del adiós
penetra un alma.
de este sitio, que
de la forma sabe lo
que una forma
ausenta, por
el desove
de nombres a sus pies, cuyos
frutos a
otros nombres
abastecen, en el camino
que allí nos reconduce, el
primero, aún, después
del último, cuando tanto
tañidor sentido
cautiva al corazón
desnudo, allí
pues, te
me pierdes, una
una vez en
siempre, con
lo que el viento trae
de cada una de las sombras, de
las lágrimas, mientras
mesan los vocablos, uno
a uno en
torno a nadie.
También yo
me demoro en un glaciar
de sentencias, también
te ofrezco cada
mediodía con su
juramento
para que el vacío
sea vencido por el más
ruinoso flujo, donde
nombre por nombre del adiós
penetra un alma.
El
espacio, todo afuera,
igual al pensamiento: una nos conoce, abre las puertas de
única humildad par en par, las
de las llegadas y
partidas, mi
hermano, empuja suavemente.
Tantos umbrales adentros por cerciorar: no
de la vacilación, tantos busques más, un
aquí extienden los
mundos sin fin.
El
desierto, sabes, el
desierto brilló
la fe de un hombre
errante.
espacio, todo afuera,
igual al pensamiento: una nos conoce, abre las puertas de
única humildad par en par, las
de las llegadas y
partidas, mi
hermano, empuja suavemente.
Tantos umbrales adentros por cerciorar: no
de la vacilación, tantos busques más, un
aquí extienden los
mundos sin fin.
El
desierto, sabes, el
desierto brilló
la fe de un hombre
errante.
miércoles, 26 de octubre de 2011
Bebido
el tintero, la
página creada a
su ausencia, ¡mundo,
mundo, también arrojado
a la dificultad del misterio
cuando tinta y papel
alzan sólo el decorado
para el movimiento de nadie!
La hora se formula en ese nunca
del que el alma y la carne
son paneles de la muerte.
Tú. Tú alentabas.
Tú alentabas el prometedor comienzo
desde donde no se parte.
Tú rogabas el precioso hallazgo
en la hilaridad de la noche.
Amistad
desordenada de la lejanía
en la que palpita el corazón desierto.
Cuánto
se libera Dios
al ascendente y pasivo poder de nada.
Yo.
Yo ofrecía
el brillo y la resonancia en la tanta pérdida.
Yo cantaba en mi voz
la voz que a sí no se canta.
Asciende
en su olvido,
victorioso, aquél que
lo realiza. Oh
tú, oh yo, ni una
sola cosa en la que no
nos encontremos, sin
distancia, perdidos
de los dos.
el tintero, la
página creada a
su ausencia, ¡mundo,
mundo, también arrojado
a la dificultad del misterio
cuando tinta y papel
alzan sólo el decorado
para el movimiento de nadie!
La hora se formula en ese nunca
del que el alma y la carne
son paneles de la muerte.
Tú. Tú alentabas.
Tú alentabas el prometedor comienzo
desde donde no se parte.
Tú rogabas el precioso hallazgo
en la hilaridad de la noche.
Amistad
desordenada de la lejanía
en la que palpita el corazón desierto.
Cuánto
se libera Dios
al ascendente y pasivo poder de nada.
Yo.
Yo ofrecía
el brillo y la resonancia en la tanta pérdida.
Yo cantaba en mi voz
la voz que a sí no se canta.
Asciende
en su olvido,
victorioso, aquél que
lo realiza. Oh
tú, oh yo, ni una
sola cosa en la que no
nos encontremos, sin
distancia, perdidos
de los dos.
Cuál
debería ser el cielo del mísero
para
que de un salto su ligera mecedora
atrape calma
en los días ancianos.
Cuál
floresta acribillada por el hombre
debería renacer
con sus claros bajo una brisa de suertes
mientras limo y semilla
son regados con las falsas bendiciones.
Cuál
entre nuestra lengua y nuestra ignorancia
se diría la canción del aliento
si la ceniza chilla
en el aire prometido
y la resignación envía las voces vencidas
a hermanarla en lo oscuro.
Qué pureza
guardada
para un beso del más allá
se animaría a morder
los cimientos del martirio, hasta
que todas sus ciudades caigan
con un estrépito
de historias de la muerte.
debería ser el cielo del mísero
para
que de un salto su ligera mecedora
atrape calma
en los días ancianos.
Cuál
floresta acribillada por el hombre
debería renacer
con sus claros bajo una brisa de suertes
mientras limo y semilla
son regados con las falsas bendiciones.
Cuál
entre nuestra lengua y nuestra ignorancia
se diría la canción del aliento
si la ceniza chilla
en el aire prometido
y la resignación envía las voces vencidas
a hermanarla en lo oscuro.
Qué pureza
guardada
para un beso del más allá
se animaría a morder
los cimientos del martirio, hasta
que todas sus ciudades caigan
con un estrépito
de historias de la muerte.
Esta
voluntad de la nada
que libra al árbol de convertirse
propiamente en árbol, y que
evitándolo de sí, brisa y follaje
deja al mundo en lo incompleto que canta.
¿Pero cuándo, desrealizándose,
cantará el hombre por lo que no es
en las direcciones abiertas
de las cosas y las criaturas
que sólo hacen sentido
abriéndose en lugar del sentido?
Ahora
llega el pensamiento
que no pensamos ni nos piensa
y que en el cauce de su decisión ausente
alarga la música de las cosas
de la cual no somos sino
sonidos sibilantes
a los que sólo el sentido transforma en guerra.
La desdicha de querer ser
y de ser ante todo y sobre todo
hasta que el signo por el que acontecemos
ya no alberga la nada, y el mundo posible
se quiebra completamente realizado.
voluntad de la nada
que libra al árbol de convertirse
propiamente en árbol, y que
evitándolo de sí, brisa y follaje
deja al mundo en lo incompleto que canta.
¿Pero cuándo, desrealizándose,
cantará el hombre por lo que no es
en las direcciones abiertas
de las cosas y las criaturas
que sólo hacen sentido
abriéndose en lugar del sentido?
Ahora
llega el pensamiento
que no pensamos ni nos piensa
y que en el cauce de su decisión ausente
alarga la música de las cosas
de la cual no somos sino
sonidos sibilantes
a los que sólo el sentido transforma en guerra.
La desdicha de querer ser
y de ser ante todo y sobre todo
hasta que el signo por el que acontecemos
ya no alberga la nada, y el mundo posible
se quiebra completamente realizado.
En torno a la inexistencia
hay también un aura,
un puro consumirse delicadamente abierto,
que en tanto nos volvemos a la muerte
resplandece para nuestra inocencia
y abre en el espacio
una línea pura.
Este privilegio del final
y este dejar encendido que no son
todavía y tal vez por siempre, nuestra vocación
pues llevamos delante de nuestras narices
el anzuelo de cualquier vida
y a la muerte sin pudor la instrumentamos
para el desvío eterno y el escarpe de Dios.
En ti y en mí
por la vida orgullosa y la muerte clara
sigue hablando lo que no es,
sigue hablando -y por la palabra invaginada
se vuelve palpable como puro abismo
y así
somos cumplidos en la irrealidad y el abandono
igual que la hierba y el animal, que al pasar
cuidan el Sí sin ilusión.
hay también un aura,
un puro consumirse delicadamente abierto,
que en tanto nos volvemos a la muerte
resplandece para nuestra inocencia
y abre en el espacio
una línea pura.
Este privilegio del final
y este dejar encendido que no son
todavía y tal vez por siempre, nuestra vocación
pues llevamos delante de nuestras narices
el anzuelo de cualquier vida
y a la muerte sin pudor la instrumentamos
para el desvío eterno y el escarpe de Dios.
En ti y en mí
por la vida orgullosa y la muerte clara
sigue hablando lo que no es,
sigue hablando -y por la palabra invaginada
se vuelve palpable como puro abismo
y así
somos cumplidos en la irrealidad y el abandono
igual que la hierba y el animal, que al pasar
cuidan el Sí sin ilusión.
Broté
en lo más íntimo de una palabra y forma.
Escuché a lo que prometía estrellas, lejos
y lejos de los cielos.
A lo que sonreía muerte en hospicios de Dios.
Nadie me supo.
A través de una ausencia tuve que pasar.
Para que una palabra, donde el amor se hace señas,
pasase también
extraña y libre a los duelos del aliento.
Cien veces vacié el lugar,
vacié la palabra;
nos propinamos mutuamente blancura y serenidad.
Radiantes
se habitaron las cosas, las sosegadas
de todos los pensamientos. ¡Tanto
lindaron los abismos con la luz del mundo!
Nuestra vida,
nuestra muerte, pero ¿qué
remontan ellas
hasta honrar la palabra?
en lo más íntimo de una palabra y forma.
Escuché a lo que prometía estrellas, lejos
y lejos de los cielos.
A lo que sonreía muerte en hospicios de Dios.
Nadie me supo.
A través de una ausencia tuve que pasar.
Para que una palabra, donde el amor se hace señas,
pasase también
extraña y libre a los duelos del aliento.
Cien veces vacié el lugar,
vacié la palabra;
nos propinamos mutuamente blancura y serenidad.
Radiantes
se habitaron las cosas, las sosegadas
de todos los pensamientos. ¡Tanto
lindaron los abismos con la luz del mundo!
Nuestra vida,
nuestra muerte, pero ¿qué
remontan ellas
hasta honrar la palabra?
martes, 25 de octubre de 2011
Niño, ¡escúdate!
la cesárea de mundo a tu nacimiento
deslizó dolor a la boca
que te besa, un silencio
vigilante mientras dormías
se hizo escoria bajo el tambor de voces.
Orea los minutos. Disculpa
al que serás.
Voluble se volvió el corazón
al roturar un libro de sentencias
y una palabra, colocada de lado,
condujo mundo por los espectros del tiempo.
Niño, ¡respírate!
nadie sigue el rayo de tus ojos
hacia la más secreta noche
cuando el claro de luna reúne
vacío y follaje, y la insignificante criatura
canta a coro con tu nombre. Disculpa
al que serás.
Avanza por nunca.
la cesárea de mundo a tu nacimiento
deslizó dolor a la boca
que te besa, un silencio
vigilante mientras dormías
se hizo escoria bajo el tambor de voces.
Orea los minutos. Disculpa
al que serás.
Voluble se volvió el corazón
al roturar un libro de sentencias
y una palabra, colocada de lado,
condujo mundo por los espectros del tiempo.
Niño, ¡respírate!
nadie sigue el rayo de tus ojos
hacia la más secreta noche
cuando el claro de luna reúne
vacío y follaje, y la insignificante criatura
canta a coro con tu nombre. Disculpa
al que serás.
Avanza por nunca.
lunes, 24 de octubre de 2011
Si el negro, en la ventisca de ahoras
agracia a los justos
con la tumba de las viejas palabras
y lo inconsolable
cierra en torno la herida del tiempo
donde aquél, nacido en nadie,
airea hambrunas y cenizas
silbando su débil canción a través
de los sueños -y más clara
se encanta entre los astros
la muerte peregrina
cuando éste, con la voz en la linde,
alza lo birlado al día
para que la sangre del deseo permanezca
entre los suyos -y de nuevo
crece entre el rocío
la inmemorial yema.
Desnudo corazón: escucha
por siempre lo impensado
que nos sabe como huéspedes
elévale aura y suspensión y entrega
tanto más puro
resplandece el juego de lo extraño
donde las formas que se pierden
dispensan el gesto vivo.
agracia a los justos
con la tumba de las viejas palabras
y lo inconsolable
cierra en torno la herida del tiempo
donde aquél, nacido en nadie,
airea hambrunas y cenizas
silbando su débil canción a través
de los sueños -y más clara
se encanta entre los astros
la muerte peregrina
cuando éste, con la voz en la linde,
alza lo birlado al día
para que la sangre del deseo permanezca
entre los suyos -y de nuevo
crece entre el rocío
la inmemorial yema.
Desnudo corazón: escucha
por siempre lo impensado
que nos sabe como huéspedes
elévale aura y suspensión y entrega
tanto más puro
resplandece el juego de lo extraño
donde las formas que se pierden
dispensan el gesto vivo.
domingo, 23 de octubre de 2011
Sitios -misterio
en la linde- nos
hospedan, cada cual
con su oro, cada
cual con su ruta,
tanto, lo
infranqueable, alza aún
un desamparo, el fin
nos ve, el
simiente.
Siquiera
este alrededor, este
encontrar
oreado en polvo, siquiera
una piedrita
resonante entre pasos.
De
aquí a aquí
vence, presión de luz,
la irreversible
libertad.
en la linde- nos
hospedan, cada cual
con su oro, cada
cual con su ruta,
tanto, lo
infranqueable, alza aún
un desamparo, el fin
nos ve, el
simiente.
Siquiera
este alrededor, este
encontrar
oreado en polvo, siquiera
una piedrita
resonante entre pasos.
De
aquí a aquí
vence, presión de luz,
la irreversible
libertad.
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