lunes, 24 de octubre de 2011

Si el negro, en la ventisca de ahoras
agracia a los justos
con la tumba de las viejas palabras
y lo inconsolable
cierra en torno la herida del tiempo



donde aquél, nacido en nadie,
airea hambrunas y cenizas
silbando su débil canción a través
de los sueños  -y más clara
se encanta entre los astros
la muerte peregrina



cuando éste, con la voz en la linde,
alza lo birlado al día
para que la sangre del deseo permanezca
entre los suyos  -y de nuevo
crece entre el rocío
la inmemorial yema.



Desnudo corazón: escucha
por siempre lo impensado
que nos sabe como huéspedes
elévale aura y suspensión y entrega
tanto más puro
resplandece el juego de lo extraño
donde las formas que se pierden
dispensan el gesto vivo.

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