Bebido
el tintero, la
página creada a
su ausencia, ¡mundo,
mundo, también arrojado
a la dificultad del misterio
cuando tinta y papel
alzan sólo el decorado
para el movimiento de nadie!
La hora se formula en ese nunca
del que el alma y la carne
son paneles de la muerte.
Tú. Tú alentabas.
Tú alentabas el prometedor comienzo
desde donde no se parte.
Tú rogabas el precioso hallazgo
en la hilaridad de la noche.
Amistad
desordenada de la lejanía
en la que palpita el corazón desierto.
Cuánto
se libera Dios
al ascendente y pasivo poder de nada.
Yo.
Yo ofrecía
el brillo y la resonancia en la tanta pérdida.
Yo cantaba en mi voz
la voz que a sí no se canta.
Asciende
en su olvido,
victorioso, aquél que
lo realiza. Oh
tú, oh yo, ni una
sola cosa en la que no
nos encontremos, sin
distancia, perdidos
de los dos.
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