martes, 29 de noviembre de 2011

El claro
tempranamente oculto
por las pasturas del tiempo en que ara
un camino
donde el follaje más denso
promete
entrada y salida.
Cuando uno




se interna
en el olvido de la campánula que en lo abierto
florece, alineado al esenciar
de una huella,
en el olvido de la campánula
muriente en lo abierto.




Aquél
que hizo pie, sin camino
ni huella, coloreó de rocío la desnuda
corola, se ofreció al terruño
en los desposorios del nunca.




Tan calmo, como es inaugural
el adiós
sin presentar el sueño entre el cielo
y la tierra, ni llevar
la dirección de la muerte en la carta
que paso por paso escribe
la soledad.

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