Ojos, en
la extensión de las albas rotas
hacia el atrio rubio de la capilla el vitral enverjado para un beso
persisten, quizá de paz, labre
la claridad de los inocentes
nunca.
(Tanto
vela el no
sobre la culpa de salivas, futuro, brota la hora errante
sobre un as de corazones en el azul que escancia en arena otro silo
inflamado).
Limo, más
profundo, desnuda a la ilusión con
el labio que ascendió nosotros, lo
que entre rocío y rocío
nos venció por lo salvo:
una
venda de albas
una palabra bajo traje
y seda, un cántaro
hacia el que ardimos.
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