Los
de hoy, también
desaparecidos, en
fachadas, dispersos,
para el reparto del sentir
aquí
se perdonaron
irguieron el día junto
a una bandera, por
la espalda
se visitaron de nuevo.
A uno abastece lo que prensó
el asesino. A uno demora
otra palabra de ruta.
A uno multiplica la ciudad alfarera.
Te
sabemos, Señor, te
sabemos: en
torno a nosotros
respiras, igual
que nosotros, cada vez
más llamado, más
interno, más cautivo.
Nos
escuchas
rogar una sílaba
y hacia aquí
enfermas tu nada.
jueves, 22 de diciembre de 2011
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Sin culpa nos alejamos
de los dioses que fueron la más alta razón
y de las razones que ondearon como hímnicos dioses
desplegándonos, y acortándonos
igual a sombras fugaces
movidas por los cambios de luz y los cuerpos imprevistos
que cruzan con inocencia la tierra y sus fulgores.
Nadie:
poema del mundo. En ti
aventajamos a los asilos
que hurtaban nuestra amistad con la inclemencia.
Y no derramamos
pánico o nostalgia
por los mensajes eternos que la fe
hacía columpiar con veneración y altura.
A través del quejido
y en la segada cosecha, mientras en una oración oímos pudrirse
al pan y al vino de la vida justa
y el signo de una serena orfandad
nos inicia completamente.
Pero al fin
cantemos
con los caminos rendidos en meandros
y el viaje del fulgor salvado en la acechanza,
cantemos al compás del accidente
y de los abruptos silencios celestiales
mientras más tenaz la sangre invita
a su oscuro desposar, perdidos
de los gloriosos porvenires
a través del crujir de las fragilísimas palabras, nosotros
los arrebatados en la tierra sensitiva
por un rayo fugaz,
cantemos.
de los dioses que fueron la más alta razón
y de las razones que ondearon como hímnicos dioses
desplegándonos, y acortándonos
igual a sombras fugaces
movidas por los cambios de luz y los cuerpos imprevistos
que cruzan con inocencia la tierra y sus fulgores.
Nadie:
poema del mundo. En ti
aventajamos a los asilos
que hurtaban nuestra amistad con la inclemencia.
Y no derramamos
pánico o nostalgia
por los mensajes eternos que la fe
hacía columpiar con veneración y altura.
A través del quejido
y en la segada cosecha, mientras en una oración oímos pudrirse
al pan y al vino de la vida justa
y el signo de una serena orfandad
nos inicia completamente.
Pero al fin
cantemos
con los caminos rendidos en meandros
y el viaje del fulgor salvado en la acechanza,
cantemos al compás del accidente
y de los abruptos silencios celestiales
mientras más tenaz la sangre invita
a su oscuro desposar, perdidos
de los gloriosos porvenires
a través del crujir de las fragilísimas palabras, nosotros
los arrebatados en la tierra sensitiva
por un rayo fugaz,
cantemos.
martes, 20 de diciembre de 2011
sábado, 10 de diciembre de 2011
Desfiladero,
brillos, en el que una muerte
cruza hacia arriba, con la también
sellada, por la nieve y los astros
cordillera -quien
-con-allí-y
-contra-allí
escala existencia, piedra por piedra,
hacia el perdido nosotros-
las cimas
de una historia de ecos
donde se congelan las sombras
de los hermanos en torno
a eternidades y ciclos, las
voces, otras,
que glaciares más límpidos
corrigen hacia abajo
-aún,
quieres, podemos
comprendernos, táctiles,
en los fríos del nombre-
las
alto irisadas
caravanas de un arte
por las sabedoras ventiscas en
los claros, como
si aún emprendiésemos, no de
un yo, no
de ayer.
Adelante.
Adelante, a través de la borrada
oración en lo más hondo de los copos mediovivos
estrechamente ahora, con las tiendas sombrías
donde el ir se refugia.
Adelante
como si aún
llegáramos, no a
un tú, no
mañana.
brillos, en el que una muerte
cruza hacia arriba, con la también
sellada, por la nieve y los astros
cordillera -quien
-con-allí-y
-contra-allí
escala existencia, piedra por piedra,
hacia el perdido nosotros-
las cimas
de una historia de ecos
donde se congelan las sombras
de los hermanos en torno
a eternidades y ciclos, las
voces, otras,
que glaciares más límpidos
corrigen hacia abajo
-aún,
quieres, podemos
comprendernos, táctiles,
en los fríos del nombre-
las
alto irisadas
caravanas de un arte
por las sabedoras ventiscas en
los claros, como
si aún emprendiésemos, no de
un yo, no
de ayer.
Adelante.
Adelante, a través de la borrada
oración en lo más hondo de los copos mediovivos
estrechamente ahora, con las tiendas sombrías
donde el ir se refugia.
Adelante
como si aún
llegáramos, no a
un tú, no
mañana.
martes, 29 de noviembre de 2011
El claro
tempranamente oculto
por las pasturas del tiempo en que ara
un camino
donde el follaje más denso
promete
entrada y salida.
Cuando uno
se interna
en el olvido de la campánula que en lo abierto
florece, alineado al esenciar
de una huella,
en el olvido de la campánula
muriente en lo abierto.
Aquél
que hizo pie, sin camino
ni huella, coloreó de rocío la desnuda
corola, se ofreció al terruño
en los desposorios del nunca.
Tan calmo, como es inaugural
el adiós
sin presentar el sueño entre el cielo
y la tierra, ni llevar
la dirección de la muerte en la carta
que paso por paso escribe
la soledad.
tempranamente oculto
por las pasturas del tiempo en que ara
un camino
donde el follaje más denso
promete
entrada y salida.
Cuando uno
se interna
en el olvido de la campánula que en lo abierto
florece, alineado al esenciar
de una huella,
en el olvido de la campánula
muriente en lo abierto.
Aquél
que hizo pie, sin camino
ni huella, coloreó de rocío la desnuda
corola, se ofreció al terruño
en los desposorios del nunca.
Tan calmo, como es inaugural
el adiós
sin presentar el sueño entre el cielo
y la tierra, ni llevar
la dirección de la muerte en la carta
que paso por paso escribe
la soledad.
lunes, 28 de noviembre de 2011
Así
quiere el mundo
otra vez imponerse: se negó a la nevada
la antorcha que en torbellino cuando uno de nosotros llamó
con su aliento a los nombres.
Así lo pide: la
llama en carne viva birló el cerrojo de la muerte
que al ángel digital con sangre de labio entre palabra
y palabra.
Ven,
desmigájate, y aposento.
a medio camino entre escarcha Lucha la palabra de adiós
a lágrima fulgente.
quiere el mundo
otra vez imponerse: se negó a la nevada
la antorcha que en torbellino cuando uno de nosotros llamó
con su aliento a los nombres.
Así lo pide: la
llama en carne viva birló el cerrojo de la muerte
que al ángel digital con sangre de labio entre palabra
y palabra.
Ven,
desmigájate, y aposento.
a medio camino entre escarcha Lucha la palabra de adiós
a lágrima fulgente.
viernes, 25 de noviembre de 2011
Lumbre
de un vertedero, el se extiende el alba
niño en torno, soñado con al juego de los verdugos, una
la simiente de nombres. Tanto débil vocal para lo ahora llorado
bebida en el mundo
con gotas de adormidera.
Tú
vienes, sobre el asilo de adiós, a través de argumentos
canciones, de un y centavos. Tú
vienes, copo
que se ciñe una corona
-ésta, conmigo, la horror, aquella,
ungiste, entre contigo, la
los duros sémenes al color orfandad, en
mi nombre la supiste-
De
un comparecer
labra tu blancura la noche
entre los techos
¡hablasen estas velas
en torno a los ojos helados, hablasen
los últimos en rompientes
de sol, hablasen los tenebrosos una sombra
por sus crímenes!
Un
poema, después del arte, entre nosotros: escuchabas
floreció aún en la intemperie, en
la intemperie vine
a escucharte.
de un vertedero, el se extiende el alba
niño en torno, soñado con al juego de los verdugos, una
la simiente de nombres. Tanto débil vocal para lo ahora llorado
bebida en el mundo
con gotas de adormidera.
Tú
vienes, sobre el asilo de adiós, a través de argumentos
canciones, de un y centavos. Tú
vienes, copo
que se ciñe una corona
-ésta, conmigo, la horror, aquella,
ungiste, entre contigo, la
los duros sémenes al color orfandad, en
mi nombre la supiste-
De
un comparecer
labra tu blancura la noche
entre los techos
¡hablasen estas velas
en torno a los ojos helados, hablasen
los últimos en rompientes
de sol, hablasen los tenebrosos una sombra
por sus crímenes!
Un
poema, después del arte, entre nosotros: escuchabas
floreció aún en la intemperie, en
la intemperie vine
a escucharte.
martes, 22 de noviembre de 2011
jueves, 17 de noviembre de 2011
A una lápida, tallada
entre el cristo y la fiebre, a una
lápida de dos ruegos
para un solo de ausencia, a
cuanto perfume
de sus flores en la brisa moviente
redobla el alba la canción
que espera por nadie en la claridad del mundo.
A este adiós
no más que el calor
o que el calor de los cantos fantasmas
cuando el duelo del sentido iguala a la luz
y la luz es sin forma completa, a
este nunca que palpamos sobre las voluntades
en el dominio de un juego
que no busca su dominio.
A aquél bajo sus crímenes, a
éste con sus concesiones, a los mil involuntarios
del fraude o los sacrificios
para que todo origen
sea fuera de las intenciones, todo fin en
el descuento de los logros
cuando el hombre, ya fecundo, se honra a sí
en los sagrados olvidos.
El viento sereno penetra
a la serena morada,
la palabra por la que nos despedimos le da
la bienvenida en la puerta,
éramos nosotros
cuando nada éramos para los mundos reales
una tenue brisa de transparencia profunda
que hablaba en los claros
para lo puro y ausente.
entre el cristo y la fiebre, a una
lápida de dos ruegos
para un solo de ausencia, a
cuanto perfume
de sus flores en la brisa moviente
redobla el alba la canción
que espera por nadie en la claridad del mundo.
A este adiós
no más que el calor
o que el calor de los cantos fantasmas
cuando el duelo del sentido iguala a la luz
y la luz es sin forma completa, a
este nunca que palpamos sobre las voluntades
en el dominio de un juego
que no busca su dominio.
A aquél bajo sus crímenes, a
éste con sus concesiones, a los mil involuntarios
del fraude o los sacrificios
para que todo origen
sea fuera de las intenciones, todo fin en
el descuento de los logros
cuando el hombre, ya fecundo, se honra a sí
en los sagrados olvidos.
El viento sereno penetra
a la serena morada,
la palabra por la que nos despedimos le da
la bienvenida en la puerta,
éramos nosotros
cuando nada éramos para los mundos reales
una tenue brisa de transparencia profunda
que hablaba en los claros
para lo puro y ausente.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
martes, 15 de noviembre de 2011
Serenamente cualquiera
en labio
y arcilla, a los ciegos nombres convencidos
por capullos de alma
fui
fui aun con el poema
que medía la sombra a nacimientos
-tú,
aquellos, nosotros,
no vencían
allí, no arribaban al poema
del cómo y de lo extraño
donde
una palabra dijo ninguna
con la semilla en derredor.
Saludé
a nadie, en
nadie
germiné.
Por el juego de mundo
hemos sabido, intactos
al pensamiento
todo lo que del blanco
resiste lenguaje.
en labio
y arcilla, a los ciegos nombres convencidos
por capullos de alma
fui
fui aun con el poema
que medía la sombra a nacimientos
-tú,
aquellos, nosotros,
no vencían
allí, no arribaban al poema
del cómo y de lo extraño
donde
una palabra dijo ninguna
con la semilla en derredor.
Saludé
a nadie, en
nadie
germiné.
Por el juego de mundo
hemos sabido, intactos
al pensamiento
todo lo que del blanco
resiste lenguaje.
Dos poemas de Maria Lilian Escobar
(A Paul Celan)
Hermano
donde pervive la morada
del sonido de la horca
hacia ese sitio cayó
la palabra inmortal
de estiércol erguido como una piedra
abismo de oro disipado de putas
y perdidos en crucifixión
cuánta saliva en la ventana
rodeando la escala angélica
y la tierra en sus volcanes
ojo de siete estrellas
como silencio de palomas
golpea el corazón: los pobres
no pasarán
un exilio se alza
con los perros en las abadías
de pueblos peregrinos ligados en tu bitácora
mandrágora que habita el aliento de un náufrago
y el rayo
las manos la mesa
vigilia de miseria en Cracovia
(A Nelly Sachs)
De jardines
mi-tu
embajada
ni el cielo, ni el viento
tan sólo las heridas del espíritu
en la huida final
de alguna mariposa oscura
desde aquel aliento de sodoma
en la puerta ancestral y sagrada
para todo éxodo en las celdillas
de incontables letras
y Nínive germina en nuestra pupila
el pentagrama de los gusanos
invernales sobre el carnero
con el rostro perdido de los vientos
esta piedra bailarina concibe la lejanía pagana
resurrección del párpado en silencio
con la simiente del instante
que fecunda en lo inaudito
la única oración feliz
hacia la infinita noche
No ha resplandecido, lo he visto aun en los nombres propios, no ha resplandecido, mi pequeña, como si de un juramento petrificado se tratara, un juramento y su balbucear en el siempre, no, entregados como estábamos a lo justo, más cerca de aquí que los rumiantes patriotas, también ágiles de sueños y en el Camino, y aún -tú decías aún y yo respondía aún- ascendiendo en el libro bosque y manantial, los que, otra vez, retornaban, con lo nuevo y en devota entrega, los que, sin fin, denodaban, en lo callado y por ninguna misión, y entre ellos también, entre ellos, al alba, no ha resplandecido, esperado tan temprano o tan tarde, cuando, bajo sus refugios, soñaban quedamente los enamorados, entre el brillo de sus sortijas y el retumbar de los pesares, cuando -"te amo, sabes, por nada y hacia nada, venidos de tantas partes para el siemprepoco lugar, un tú y otro tú por el juego de las voces"- y, por un entibiado norte junto a la vela nocturna, la voz concediéndose un sí en nombre de la voz, la enseguida pura, a la que no prestábamos juramento alguno, a la que no complacíamos patria, y vibrábamos, compulsión a compulsión, en la más tensa humedad del aliento: ella, la inaccesible y primera, donde no necesitaba -nuestro cielo- preguntar por el día a las agujas del sentido, consistir un dios en lo propio del mensaje, hacia alumbrar, mi pequeña, algo y desde nadie algo, en lo todamente liberable; y, aún allí, entre lo uno y lo otro, el testimonio y el deslinde, en la boca entre los dos, no ha resplandecido, a la vez que aquellos cavaban por la napa bajo el árido respirar, rebuscando en el porvenir y su fuente los vastos nombres, a la vez que éstos rodaban por el día infinito, con el sueño inmóvil en la luz que huía, para que ambos, en el palpitar de la derrota, se arrojasen al silencio espacioso propio de los exiliados, hasta, por cuál brisa de su enmudecer, tampoco allí, mientras los encantos instintivos se ordenaban a la exploración, mientras las confusas intimidades prolongaban lo imprevisto, ni aun con el ansioso golpeteo ante el portal desconocido, cuando la noche inclinaba sobre los cuerpos el helado crespón de una melancolía.
lunes, 14 de noviembre de 2011
La piedra, cardiamente, con
el perplejo latir
de los nombres, una
vez -ahora, imposible
y real.
Aún
el ningún sí, el
ningún
no, por la donante
erosión de sentencias, impalpablemente
nosotros.
(Entonces
hubo comprensión, decisión
hubo, sin
estrella, a un pensamiento encima
de ti, a una voluntad delante de
mí).
Inalcanzablemente
nosotros, con
la piedra, como nadie, aun,
entre, sí, la
liviana, más liviana
palabra de arena.
el perplejo latir
de los nombres, una
vez -ahora, imposible
y real.
Aún
el ningún sí, el
ningún
no, por la donante
erosión de sentencias, impalpablemente
nosotros.
(Entonces
hubo comprensión, decisión
hubo, sin
estrella, a un pensamiento encima
de ti, a una voluntad delante de
mí).
Inalcanzablemente
nosotros, con
la piedra, como nadie, aun,
entre, sí, la
liviana, más liviana
palabra de arena.
Ojos, en
la extensión de las albas rotas
hacia el atrio rubio de la capilla el vitral enverjado para un beso
persisten, quizá de paz, labre
la claridad de los inocentes
nunca.
(Tanto
vela el no
sobre la culpa de salivas, futuro, brota la hora errante
sobre un as de corazones en el azul que escancia en arena otro silo
inflamado).
Limo, más
profundo, desnuda a la ilusión con
el labio que ascendió nosotros, lo
que entre rocío y rocío
nos venció por lo salvo:
una
venda de albas
una palabra bajo traje
y seda, un cántaro
hacia el que ardimos.
la extensión de las albas rotas
hacia el atrio rubio de la capilla el vitral enverjado para un beso
persisten, quizá de paz, labre
la claridad de los inocentes
nunca.
(Tanto
vela el no
sobre la culpa de salivas, futuro, brota la hora errante
sobre un as de corazones en el azul que escancia en arena otro silo
inflamado).
Limo, más
profundo, desnuda a la ilusión con
el labio que ascendió nosotros, lo
que entre rocío y rocío
nos venció por lo salvo:
una
venda de albas
una palabra bajo traje
y seda, un cántaro
hacia el que ardimos.
lunes, 7 de noviembre de 2011
Tierra,
tierra, que germen de luz: cuánto, a
sorbes con rapidez de esperanza, el una ilusión
se consumen los cielos
desde almas lactantes
-tierra
ya
sabrán tus fósiles amistad, donde
la forma más clara de los dispendiosos estratos
arropan
la respuesta pulsante
de adiós, aquí
llamaron tus niños sembrados y soles, hacia
por mariposas la hora transparente
desde un exilio de sueños,
aquí
por cuanta fe temblorosa de la nostalgia al juego
se arrojaron sobre los mundos ya
vencidos -pero, tan rápido,
en la noche estelar
el aire devanó sus corazones
para un capullo de huidas.
tierra, que germen de luz: cuánto, a
sorbes con rapidez de esperanza, el una ilusión
se consumen los cielos
desde almas lactantes
-tierra
ya
sabrán tus fósiles amistad, donde
la forma más clara de los dispendiosos estratos
arropan
la respuesta pulsante
de adiós, aquí
llamaron tus niños sembrados y soles, hacia
por mariposas la hora transparente
desde un exilio de sueños,
aquí
por cuanta fe temblorosa de la nostalgia al juego
se arrojaron sobre los mundos ya
vencidos -pero, tan rápido,
en la noche estelar
el aire devanó sus corazones
para un capullo de huidas.
jueves, 3 de noviembre de 2011
A través del mundo interpretado
marchamos a tientas con la inalcanzable promesa.
Durante el penoso viaje
nos ocultamos recíprocamente el destino
y sólo en el apacible abandono, que conoce de la vida y de la muerte
un sostenido silencio
aprendemos la ventura de la planta o el animal
puramente salvos sin lo salvado.
No podemos abrazar el mundo
que se ha hecho mensaje
ni sumirnos largamente en la contemplación
hasta aliviarnos luz. Bajo el Tiempo
permanecemos momificados en un pretexto para ser
y cuando la naturaleza nos hermana a su ausencia
gime aún nuestro consolador recuerdo.
Pasará el ángel y pasarán los soles
y nada oirá el nostálgico sollozo
de quienes se amaron en un nombre y una obra;
con lo que se acalla persiste el canto del misterio
y en su eternidad fugitiva
encantan su rostro los perdidos.
Pero a los míseros, que arañan las espaldas de Dios
aquello que los vuelve libres los hace temer
y cuando la ausencia amorosamente los despierta
se acurrucan aún en el Libro que desgarra su fin.
Fecundo se torna el acto
prometiéndose a nada
y su adiós gravita con orgullo sereno,
cuando a él entramos, como en un juego de niños,
todo felizmente se alza y se derrumba
y en el día sencillo lo no ganado
nos abraza a la fuente.
marchamos a tientas con la inalcanzable promesa.
Durante el penoso viaje
nos ocultamos recíprocamente el destino
y sólo en el apacible abandono, que conoce de la vida y de la muerte
un sostenido silencio
aprendemos la ventura de la planta o el animal
puramente salvos sin lo salvado.
No podemos abrazar el mundo
que se ha hecho mensaje
ni sumirnos largamente en la contemplación
hasta aliviarnos luz. Bajo el Tiempo
permanecemos momificados en un pretexto para ser
y cuando la naturaleza nos hermana a su ausencia
gime aún nuestro consolador recuerdo.
Pasará el ángel y pasarán los soles
y nada oirá el nostálgico sollozo
de quienes se amaron en un nombre y una obra;
con lo que se acalla persiste el canto del misterio
y en su eternidad fugitiva
encantan su rostro los perdidos.
Pero a los míseros, que arañan las espaldas de Dios
aquello que los vuelve libres los hace temer
y cuando la ausencia amorosamente los despierta
se acurrucan aún en el Libro que desgarra su fin.
Fecundo se torna el acto
prometiéndose a nada
y su adiós gravita con orgullo sereno,
cuando a él entramos, como en un juego de niños,
todo felizmente se alza y se derrumba
y en el día sencillo lo no ganado
nos abraza a la fuente.
miércoles, 2 de noviembre de 2011
La flor láctea enrejada entre quejidos
aún acampa el ver para nosotros;
en el abrir, donada de nuevo,
conoce la brisa en la cabeza del dolido, de
cualquiera espera
una mano para ser cortada.
A través de una pizca de color
enciende la tierra su anhelo, guarece en luz
la canción ancestral, el que al fin
riegue la flor en el corazón de la muerte
expandirá el polen
sobre un porvenir.
Ya sólo juegan los ideales
con libros y números
o salvan los recuerdos primeros
para alzar una bandera junto a la tumba del niño;
pero en sombría interioridad
crecen aún los pétalos ignorados
que la carne solitaria hermana de la flor
serena de intemperie.
Estrella y nada se besaron un instante
y profundamente claro
se volvió el silencio;
los coronados por la herida
alzaron palabras como flores, supieron del aire
una canción de bienvenida, mi pequeña
en corolas
nos alumbró lo inmenso,
una vez para nadie,
savia y levedad.
aún acampa el ver para nosotros;
en el abrir, donada de nuevo,
conoce la brisa en la cabeza del dolido, de
cualquiera espera
una mano para ser cortada.
A través de una pizca de color
enciende la tierra su anhelo, guarece en luz
la canción ancestral, el que al fin
riegue la flor en el corazón de la muerte
expandirá el polen
sobre un porvenir.
Ya sólo juegan los ideales
con libros y números
o salvan los recuerdos primeros
para alzar una bandera junto a la tumba del niño;
pero en sombría interioridad
crecen aún los pétalos ignorados
que la carne solitaria hermana de la flor
serena de intemperie.
Estrella y nada se besaron un instante
y profundamente claro
se volvió el silencio;
los coronados por la herida
alzaron palabras como flores, supieron del aire
una canción de bienvenida, mi pequeña
en corolas
nos alumbró lo inmenso,
una vez para nadie,
savia y levedad.
martes, 1 de noviembre de 2011
Aún me hablas en la desaparición
me dices menos que las cosas, aún
labras por nosotros en el no de nosotros
el margen de lo real y su álbea transparencia.
Esta nada que nos da la iniciativa
para volver a comenzar en su infinito de imágenes
donde los espacios se alcanzan por la vastedad del gesto
y los sueños prematuramente oprimidos
persisten en el claro que se abre hasta acoger.
Ustedes, que ante la estrella más visible
quisieron retener la realidad en un símbolo
aplastaron los ojos de un lenguaje extraño
hasta que pudieran las cosas ser claras y vuestras.
Pero nuestro nombre
¿acaso no consiste en llegar a ser inconcebible?
¡Nombre! ¡Inconcebible! -Claros resultan entonces
la fuente y el cántaro, la tierra y el surco,
que se hermanan al ausente por su poder de inocencia.
Perdidos
encuentran nuestros ojos, en la infancia original
la luz del día servida al día
en que un juego de fuerzas y de música
desprevenidamente emprende
el espacio total, y el mundo no hace más
que hablarse a sí
sin que tú o yo podamos interrumpirlo.
me dices menos que las cosas, aún
labras por nosotros en el no de nosotros
el margen de lo real y su álbea transparencia.
Esta nada que nos da la iniciativa
para volver a comenzar en su infinito de imágenes
donde los espacios se alcanzan por la vastedad del gesto
y los sueños prematuramente oprimidos
persisten en el claro que se abre hasta acoger.
Ustedes, que ante la estrella más visible
quisieron retener la realidad en un símbolo
aplastaron los ojos de un lenguaje extraño
hasta que pudieran las cosas ser claras y vuestras.
Pero nuestro nombre
¿acaso no consiste en llegar a ser inconcebible?
¡Nombre! ¡Inconcebible! -Claros resultan entonces
la fuente y el cántaro, la tierra y el surco,
que se hermanan al ausente por su poder de inocencia.
Perdidos
encuentran nuestros ojos, en la infancia original
la luz del día servida al día
en que un juego de fuerzas y de música
desprevenidamente emprende
el espacio total, y el mundo no hace más
que hablarse a sí
sin que tú o yo podamos interrumpirlo.
Labranza cuando
de la solitaria parcela el ventisquero jala
el mudo corazón.
Lo
que está al
pensarse, por el jamás
de un modo esencial, en
la más inclemente
cercanía.
Copo, sobre
copo, arrojado
desde el cielo a
nuestra escucha, alud de
un liberar, mi
calor: mortales.
Yo vengo , yo duramente absuelto
vengo, sabes de asilo y
Señor.
de la solitaria parcela el ventisquero jala
el mudo corazón.
Lo
que está al
pensarse, por el jamás
de un modo esencial, en
la más inclemente
cercanía.
Copo, sobre
copo, arrojado
desde el cielo a
nuestra escucha, alud de
un liberar, mi
calor: mortales.
Yo vengo , yo duramente absuelto
vengo, sabes de asilo y
Señor.
sábado, 29 de octubre de 2011
Del
campanear de gritos
cruje una fidelidad la lengua
divina, las
salvas purulentas de un
señar -¿hacia
cuánto repartidas? fecundan
con nosotros la enésima vocal
que ha
de ganarse callando
arborosamente,
piedramente, lombrizmente, del lado de
la nube: como
si hubiera, por haber
nadie, todavía hermanos.
campanear de gritos
cruje una fidelidad la lengua
divina, las
salvas purulentas de un
señar -¿hacia
cuánto repartidas? fecundan
con nosotros la enésima vocal
que ha
de ganarse callando
arborosamente,
piedramente, lombrizmente, del lado de
la nube: como
si hubiera, por haber
nadie, todavía hermanos.
viernes, 28 de octubre de 2011
En derredor
de este sitio, que
de la forma sabe lo
que una forma
ausenta, por
el desove
de nombres a sus pies, cuyos
frutos a
otros nombres
abastecen, en el camino
que allí nos reconduce, el
primero, aún, después
del último, cuando tanto
tañidor sentido
cautiva al corazón
desnudo, allí
pues, te
me pierdes, una
una vez en
siempre, con
lo que el viento trae
de cada una de las sombras, de
las lágrimas, mientras
mesan los vocablos, uno
a uno en
torno a nadie.
También yo
me demoro en un glaciar
de sentencias, también
te ofrezco cada
mediodía con su
juramento
para que el vacío
sea vencido por el más
ruinoso flujo, donde
nombre por nombre del adiós
penetra un alma.
de este sitio, que
de la forma sabe lo
que una forma
ausenta, por
el desove
de nombres a sus pies, cuyos
frutos a
otros nombres
abastecen, en el camino
que allí nos reconduce, el
primero, aún, después
del último, cuando tanto
tañidor sentido
cautiva al corazón
desnudo, allí
pues, te
me pierdes, una
una vez en
siempre, con
lo que el viento trae
de cada una de las sombras, de
las lágrimas, mientras
mesan los vocablos, uno
a uno en
torno a nadie.
También yo
me demoro en un glaciar
de sentencias, también
te ofrezco cada
mediodía con su
juramento
para que el vacío
sea vencido por el más
ruinoso flujo, donde
nombre por nombre del adiós
penetra un alma.
El
espacio, todo afuera,
igual al pensamiento: una nos conoce, abre las puertas de
única humildad par en par, las
de las llegadas y
partidas, mi
hermano, empuja suavemente.
Tantos umbrales adentros por cerciorar: no
de la vacilación, tantos busques más, un
aquí extienden los
mundos sin fin.
El
desierto, sabes, el
desierto brilló
la fe de un hombre
errante.
espacio, todo afuera,
igual al pensamiento: una nos conoce, abre las puertas de
única humildad par en par, las
de las llegadas y
partidas, mi
hermano, empuja suavemente.
Tantos umbrales adentros por cerciorar: no
de la vacilación, tantos busques más, un
aquí extienden los
mundos sin fin.
El
desierto, sabes, el
desierto brilló
la fe de un hombre
errante.
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